Somos lo que nunca fuimos,
lo que nos faltaba,
lo que no recuerdo
de esa madrugada en que nos prometimos
por primera vez.
Somos lo que no seremos,
lo que nos quedaba de ese lobo hambriento,
de esa chica en llamas,
de ese paso lento hacia el atardecer.
Donde nunca hubo preguntas, nunca habrá certeza
y donde hubo fuego
las cenizas quedan
y yo estoy tan sola
en mi soledad.
Y ahora lo único que quiero es sólo una respuesta.
Hazme volar una vez más.
No...
de qué me sirven las promesas
si con que me toques ya me vuelvo loca,
qué le voy a hacer.
Abrázame y después
juremos un minuto a solas
porque, aunque me marche,
ya me estoy muriendo
sólo por volver.
Aléjate y ven,
no hay nada que podamos hoy hacer.
Fuimos lo que nos juramos,
lo que nos dejaron los abrazos rotos,
líneas suspendidas
siempre resignadas al punto final.
Fuimos más que dos amantes,
fuimos aguardiente,
fuimos delirantes,
fuimos tantas cosas
que a final de cuentas no pudimos dar.
Donde nunca hubo preguntas, nunca habrá certeza
y donde hubo fuego
las cenizas quedan
y yo estoy tan sola
en mi soledad.
Y ahora lo único que quiero es sólo una respuesta.
Hazme volar una vez más.
No...
de qué me sirven las promesas
si con que me toques ya me vuelvo loca,
qué le voy a hacer.
Abrázame y después
juremos un minuto a solas
porque, aunque me marche,
ya me estoy muriendo
sólo por volver.
Aléjate y ven,
no hay nada que podamos hoy hacer.
No...
de qué me sirven las promesas
si con que me toques ya me vuelvo loca,
qué le voy a hacer.
Abrázame y después
juremos un minuto a solas
porque, aunque me marche,
ya me estoy muriendo
sólo por volver.
Aléjate y ven,
no hay nada que podamos
hoy hacer.
Aléjate despacio
y ahora ven.
No hay nada que podamos hoy hacer.
Y aunque me marche muero por volver.
Dos palabras, sólo ocho letras,
que se quedarán siempre en la arena y
que se quedarán siempre dentro de mí.