De siete a diez, clase de solfeo,
de diez a doce, armonía,
de doce a dos, técnica vocal
y por la tarde en casita a practicar.
Desde niño me vengo preparando
para ser una figura del bel canto,
dejando a un lado los placeres de la vida,
llenándome de moho entre partituras
en la escolanía de la iglesia de mi barrio
logré cosechar los primeros aplausos.
El público flipaba con mi voz blanca
casi tanto como el cura con mis nalgas.
Pero al cumplir los catorce, ¡¡horror!,
empezó a cambiarme la voz.
Mi futuro artístico se ensombrecía
mientras se poblaban de vello mis axilas.
Si quiero llegar a ser buen tenor
sólo hay un remedio: la castración.
¿Castrado? Sí, pero contento,
cantando entre las sábanas de mis maestros:
do, re, mi, doremifasol
sol, fa, mi, solfamiredo.
Con mucho esfuerzo y mucha devoción
domino la magia del solfamiredo
y acaricio por fin mi sueño dorado
de triunfar ante un público entregado.
La realidad ha frustrado mi gozo,
la ópera es un ghetto de tenores mafiosos.
Así que olvídate de pisar un escenario
porque aquí el pastel se lo comen entre cuatro:
Carreras, Domingo, Pavarrotti,
Caballé, su hijita y sus amigotes.
Y mientras yo desperdicio mi talento
cantando rancheras en el metro.
Do, re, mi, doremisfasol,
sol, fa, mi, solfamiredo.
Porque fui yo quien quemó el Liceo,
porque yo fui el que le prendió fuego,
porque fui yo quien quemó el Liceo,
porque yo fui el que le prendió fuego.
Fígaro, fígaro, fígaro, fígaro.
Ahora sí que doy el do de pecho,
cuando esnifo las cenizas de todo lo que quemo.
El Liceo y La Fenize de Venecia
son sólo dos tizones de esta gran hoguera,
que tiemblen los empresarios
porque voy a hacer arder todos sus teatros.
Allá donde canten los tres tenores
estaré acechando entre bastidores
con mi garrafón de gasolina,
el zippo, la mecha, o la caja de cerillas.
Ahora llevo yo la voz cantante
y abraso con mi antorcha sus cuerdas vocales.
Solista, pirómano y justiciero,
azote de melómanos trapicheros.
Sólo pararé de quemarlo todo
cuando dejéis que canten otros.
Do, re, mi, doremifasol,
sol, fa, mi, solfamiredo.
Porque fui yo quien quemó el Liceo,
porque yo fui el que le prendió fuego,
porque fui yo quien quemó el Liceo,
porque yo fui el que le prendió fuego.
Fígaro, fígaro, fígaro, fígaro, fígaro.
Porque fui yo quien quemó el Liceo.