Su vida tan sólo fue una canción de papel,
una luna sin dientes, una de Carlos Gardel.
Entre su pitillera de plata y un corazón de alcanfor
en su tatuaje del pecho cicatriza una flor.
Flaco Gardel le decían al pasar,
cigarrillos de miel, voz de sombra, luz del mar.
La esperanza dispersa del ventilador
y un camarero afligido por poemas de amor.
El tiempo parado en el fondo del bar
ese alfiler en el alma esa forma de hablar.
Le dicen Gardel su fin de mundo está al llegar
el tango en la piel y un brillo antiguo al recordar.
No hay distancia en la noche capaz de cubrir
tanta nostalgia encendida, tanto vivir.
No hay pasado más triste que antes de ayer,
no hay futuro que cambie lo que no pudo ser.
Qué extraña quietud esa mirada de Gardel
en los cielos del sur las estrellas ajadas preguntan por él.
Y un carnaval de fantasmas en el congelador
y agujeros negros en su palabra de honor.
Esa tristeza azulada fue su compañía
esa que anticipa la tarde cualquier mediodía.
Flaco Gardel le decían al pasar,
cigarrillos de miel, voz de sombra, luz del mar.