El verano se fue
dejando atrás
todo el dolor
de las canciones de amor
a la luz de lunas de fluorescente.
La mañana estalló
cubriendo el cielo
en un temblor
de lineas de nubes
y autopista de peces azules.
Domiciliado
en el bar de abajo
de tu corazón.
Predestinado
a pagar las rondas
de mis errores.
Aficionado
a tropezar con
las mismas piedras
que el tiempo guarda
en los bolsillos
de mis pantalones.
Veo la luz
apagada del mar
en las cenizas de promesas rotas
en los ojos pintados de las gaviotas.
Esperaba septiembre
sentado aquí
mirando el mundo
dejando pasar
las horas cubiertas de cicatrices.
Acostumbrado
a la mala cara
de algunos días.
Ajusticiado
por la mirada
del camarero.
Embarrancado
en las aguas quietas
de tus ojos
como un vagabundo
con malas pulgas en el sombrero.