Adiós, Carita de arroz,
que mi corazón presente
se despide como hemos
venido haciendo desde siempre.
Y avísame cuando estén
naciendo los frutos de alrededor,
así como siempre avisas
cuánto de lluvia, cuánto de sol,
para oír tu voz.
Tú sabes porque lo has visto
de las otras madrugadas,
pero aquí, y a donde vayas,
no todo andaba previsto:
siempre hay tanto que anda un paso
por delante de nosotros.
Y tú hallas a todo el modo
de salir limpia, pensando bien
y haciendo mejor;
queriendo a quien bien te quiere
y a quien no te quiere, no.
Carita de arroz, tú tienes
esa cordura que había en la abuela
diciendo a quien yerra el paso,
la verdad sin que le duela.
Dinos, porque siempre falta
claridad y a cada rato,
falta hace quien diga grato,
lo que hay que aprenderse bien.
Porque aunque el mundo sea ingrato
quieres llegar a los cien.
Afanes en la mañana,
refranes desde temprano.
Me dices que me acompañas,
como niño, doy la mano,
y cuando ya todo es fácil
para un paseo matutino,
me cuentas un cuento chino
y te ríes de mí,
cuando yo sentí
que era puro amor.
Así me pusiste sal en la azucarera,
cuando nadie te miró.
Adiós, Carita de arroz,
ya me vengo despidiendo.
Me acuerdo cuando te quedas
así nada más sonriendo,
mirando que vamos solos,
cada quien con sus maletas,
y tú predices cometas
y buenas suertes a todos.
Seguro que te aconseja
algún pájaro en la oreja
y luego, aunque uno anda lejos,
por más que vuelo,
y a donde voy, resuena tu voz.
Naranjos y limoneros para la tos,
que te vaya bien, Carita de arroz.