Fue una noche oscura, como ésta,
cuando me vino una inspiración.
De repente empezó a sonar,
en mí, el sonsonete de una canción,
tropicalosa y rumbera,
picante y buena para gozar.
Así que encendí la lámpara
para pararme y para apuntar,
así que encendí la lámpara
para pararme y para apuntar.
Y tú que me decías:
"Oye, apaga la lámpara.
No puedo dormir
si no apagas la lámpara.
Siempre estás leyendo,
apaga ya esa lámpara,
que me despiertas mi amor".
Así que apagué la lámpara
y me dispuse ya a descansar.
Me acomodé con la almohada,
para dormirme hasta despertar;
pero sonaba en mi mente,
más persistente, llevando el son,
un ritmo desobediente
que preparaba una introducción,
un ritmo desobediente
que preparaba la introducción.
Así que empezó
a sonar un saxofoncito;
rumbero y bonito,
como el carnaval en Veracruz;
el tumbao que le pone el bajo,
y el estropajo de un raspador.
Rasposa te dicen.
Güiro, así como las claves,
que entre un pianito platicador.
Llevar en mi mente el ritmo
y tanto instrumento, no pude más;
se comenzó a sacudir en mi mano
una maraca al compás.
Así que empezó a menearse, en la cama,
un tiempo muy suavezón,
que tú de pronto callaste
de un manotazo sobre el colchón;
"¿Sabes lo que tengo yo que hacer
mañana?
¡Tengo que pararme temprano mañana!
¡Tú también te vas a trabajar mañana!
Duérmete en paz, corazón chingao".
Me dio por contar estrellas
y borreguitos pa' distraerme,
pero la rumba rumbera
venían bailando ordenadamente;
así que estuve pensando
que es caprichosa la inspiración;
soñé con mi obra maestra,
pero nunca apunté esa canción,
soñé con mi obra maestra,
pero nunca escribí esa canción.
Y tú que me decías:
"Apaga ya la lámpara,
apaga ya esa lámpara,
apágate la lámpara.
Si, apágame esa lámpara".
"Apaga la lámpara, papi;
apaga la lámpara ya.
Apaga la lámpara aquí,
apaga la lámpara acá".