Todo empezó cuando aquella serpiente
me trajo una manzana y dijo: "prueba"
Yo me llamaba Adán, seguramente
tú te llamabas Eva.
Vivíamos de squatters en un piso
abandonado de Moratalaz,
si no has estado allí no has visto
el Paraíso Terrenal.
Cogimos un colchón de una basura,
dos sillas y una mesa con tres patas,
mientras yo emborronaba partituras
tú freías las patatas.
Plantamos cañamones de Ketama
y un tiesto nos creció ante el ventanal
con una rama de árbol de la ciencia
del bien y del mal.
A Eva le gustaba estar morena
y se tumbaba cada tarde al sol,
nadie vió nunca una sirena
tan desnuda en un balcón.
Pronto en cada ventana hubo un marido
a la hora en que montaba el show mi chica,
aunque la tele diera en diferido
el Real Madrid-Benfica.
Un día la víbora del entresuelo
en trance a su consorte sorprendió,
formó un revuelo y telefoneó
al cero noventa y dos.
Y como no teníamos apellidos,
ni hohas de parra, ni un tío concejal,
ni más Dios que Cupido
no sirvió de nada protestar.
Eva tomando el sol
bendito descontrol,
besos, cebolla y pan...
¿qué más quieres Adán?
Un juez que se creía Dios dispuso
que precintara un guardia nuestro piso
no quedan plazas para dos intrusos
en el Paraíso.
Estábamos sobre el colchón desnudos
jugando a nuestro juego favorito,
al ver entrar la pasma
Eva no pudo sofocar un grito.
A golpes la bajó por la escalera un
ángel disfrazado de alguacil
sin importarle un pijo que estuviera
encinta de Caín.
Hoy Eva vende en un supermercado
manzanas del pecado original
yo canto en la calle Preciados
todos me llaman Adán.
Eva tomando el sol
bendito descontrol,
besos, cebolla y pan...
¿qué más quieres Adán?