De pequeña fue a la escuela como tantas otras.
Solo se aprendió las letras de la 'b' a la 'j'.
Dibujaba en su cuaderno lo que en su niñez soñaba:
una casa con jardín,
un príncipe azul y en su cuento de hadas,
una princesa y un rey,
y un amanecer.
Y entre cuento y cuento iba perdiendo su infancia.
Y la piel de sus mejillas se volvió gitana.
Y dejó de ir a la escuela.
Y aprendió ha cantar la nana.
Duérmente mi rey que aún no llegó la luz hasta la ventana.
Duérmete mi rey que aún no llegó la luz.
No llegó la luz.
Y entre nana y nana.
Llora y llora.
Y su media cama duerme sola.
Contempla un retatro cada media hora
y al gitano aquel le grita: ¿Por qué me dejaste sola?
Duérmete mi rey.
Duérmete mi rey.
Duérmete mi rey.
Con el sol de la mañana su verdad despierta.
Y abrazando aquel retrato va de puerta en puerta.
Va buscando a su gitano que hoy abondó su reja, su cama y su despertar,
su casa de cal y su puerta vieja.
Su rincón junto al hogar.
Su cándil brillar, su cándil brillar.
Y entre nana y nana.
Llora y llora.
Y su media cama duerme sola.
Contempla un retatro cada media hora
y al gitano aquel le grita: ¿Por qué me dejaste sola?
Duérmete mi rey.
Duérmete mi rey.
Duérmete mi rey.
