Dicen que era un ángel
que tenía un gran corazón,
que era un polizón del barco de la vida,
que vestía un armazón.
Tras un tropezón se alzaba, resurgía,
que era un cabezón, tenía el don de dar si sonreía.
Lo hacía con los ojos; ya quedan pocos de esos.
Su enojo era una brizna comparado con sus besos.
Si alguna vez rozaron sus mejillas o sus labios,
desaparecieron las rencillas, llantos, los agravios.
Dicen que era mágico,
un genio de versos trágicos
que le entregó su vida al papel sin condiciones.
¿Si le pudo el pánico? Abanicó las dudas.
Que sus ataduras mas duras forjaron sus canciones.
Que nunca dio lecciones de engreído, ni consejos,
que en sus oraciones siempre alejó los falsos reflejos.
Si dejó algo fue a sí mismo junto a sus valores,
dicen que amaba las flores, que siempre se van los mejores.
Que charlaba con la luna y con el sol,
que su nunca era una cuna de botellas de alcohol.
Su vacuna fue la ayuda de allegados más próximos,
su código una cura para lograr sus propósitos.
Y que siempre estuvo para echar un cable,
que era un indomable y echaba de menos a su padre.
Que fue un sable contra el miserable y el arpío,
Que ha dejado un río, un vacío inconmensurable.
Dicen que la depresión le robó la alegría,
que se hundía en pozos de melancolía,
que su vía de escape frente al atrape era el papel,
que se amaban en un carrusel de roces y caricias sin cuartel.
Que en su Torre de Babel eran felices, dicen,
que su mente era un pincel,
que fue vago por los tragos que clavaron su cincel
bajo su piel; piel que engaña, que su alma siempre nos ha sido fiel.
Que ante las lágrimas nos sostuvo su hombro,
siempre estuvo, llenó un cubo cuando tocó cada fondo,
Y su peso le arrojó a las turbias manos de la sinrazón,
y como todos ya se ha convertido en polvo.
Que nadie se escapa, que fue su única certeza,
que trazó mil mapas dentro de un rompecabezas.
Dicen que sus piezas nunca han estado tan juntas,
que sintió el menosprecio que sufren los que despuntan.
Dicen que vivió como si no hubiera un mañana,
que el cemento fue su cárcel y la lluvia su nana,
que su ángel fue su mamá, y su fe congelada,
que esto con el tiempo sana, dicen que no somos nada.
Que lo amaban por lo irrepetible,
que su mirada atravesaba lo invisible.
Que soñaba lo imposible para con sí mismo,
que era un niño grande jugando al idealismo.
Dicen tantas cosas que no sé quién fue.
Dicen que nos mira desde arriba que aún nos acompaña.
Dicen que le extrañan.
Cuentan que su mente navegó en un mar de quizás.
Dicen que su corazón latió hecho trizas,
mientras velan sus cenizas.
Dicen que brindemos, que él lo quiso así,
que hay que celebrarle por los que estamos aquí
todavía, que no hay día que no vaya a ser el último,
que decía que se iría en pleno júbilo...
mirándolo en decúbito parece estar en paz.
Que ahora vuela en aquella estrella fugaz,
cruza el cielo, suelta el miedo en cada haz de luz,
por eso haz de tus días alegrías.
Dicen que en ese ataúd
marcha un joven sin Nobel pero más sabio
que aprendió que el amor no siente en binario.
Que supo que no hay calendario que defina el tiempo,
que el tiempo es un invento, dicen que él ha sido el cambio.
Dicen que no habrá perdices, que él no come carne,
su vida fue un dibujo sin lujos pero sin hambre.
Dicen que los brujos le dieron esas pulseras,
que el influjo de sus letras tocó génesis enteras,
que de veras mis sinceras condolencias.
Que no hay ciencias
ni creencias que palien su ausencia.
Que está vivo en su recuerdo
y no dejarán que muera,
que era un loco cuerdo,
dicen que lo ven grabar en la pecera.
Dicen que era dos mitades en lucha constante,
que capturó el instante,
que su talante tolerante le trajo mil vidas,
que hizo idas y venidas por el infierno de Dante.
Dicen que fue amante y compañero,
que jamás encontrarán algún amor tan sincero
sin velos en los ojos,
ni pelos en la lengua,
con miles de cerrojos
para una bondad tan ingenua.
Dicen que las deudas le agobiaban,
que quizá fue eso.
Dicen que fue el peso de las pérdidas.
Dicen: ‘Fue un abrazo que nunca le dieron'.
Dicen que fue un beso que no llegó por milésimas.
Dicen tantas cosas que no sé quién fue.
Dicen que nos mira desde arriba que aún nos acompaña.
Dicen que le extrañan.
Cuentan que su mente navegó en un mar de quizás.
Dicen que su corazón latió hecho trizas,
mientras velan sus cenizas.